viernes, 7 de noviembre de 2008

I've heard the mermaids singing

El mar es un horizonte líquido al que no tenemos fácil acceso en Madrid; las veredas para llegar a él son largas y sinuosas, pero los que tenemos oído fino, podemos escuchar las rompientes. De sureste; oeste y norte, nos llegan los murmullos del agua; y en días de aire límpido, somos hasta capaces de escuchar el canto de las sirenas. He conocido un abad prodigioso, que decía poder ver a unos cien pasos a una hormiga amamantando a su cría, cuando yo apenas alcanzaba a oír el chupeteo.
En las grandes ciudades, se atrofian algunas facultades, pero otras, se agudizan hasta la neurosis. Creo que lo que más detesto de mi ciudad, es el ruido; todo se ejecuta con el mayor escándalo posible, desde la recolección de basuras al barrido de sus calles. Pareciera que estas contratas, cobraran por decibelio, más que por productividad. Luego están los pregoneros raudos, que en cada esquina, anuncian su inminente llegada y paso, aunque se trate de un: Ceda el paso, con insistente sonar de cuernas, que es lo que tarde o temprano, terminan cediendo.
Una ciudad cosmopolita, tiene gente despierta y dormida a todas horas, pero hay quien no llega a entender esta evidencia, y en cuanto se levanta, está dispuesto a defender su vigilia estrepitosa (y daños colaterales incluidos), con el sólido argumento de: "Ya es una buena hora para estar despierto".
Mañana estaré en el mar; no habrá sonidos de ciudad, ni carruajes ni estridencias y las sirenas estarán cerca. No debo olvidarme pues los tapones de cera.

A Luis Landriscina y Patricia Rozema

21 comentarios:

gemmacan dijo...

Difícil acostumbrarse a la paz del silencio cuando uno proviene de un lugar estridente... pero en su caso, amante de las olas, la quietud y la calma, sabrá acoplarse al azul de su destino y para colmo obsequiarnos a su regreso con la inspiración que estos días supondrán para sus palabras escritas.
Que usted lo pase bien.
Un abrazo.

Rocío dijo...

Que disfrute el blanquiazul de las olas. A veces también son ruidosas, pero aun en su estruendo, producen calma.
Yo no sabría vivir sin ellas.

Verdial dijo...

No me gusta el bullicio ni el caos de la ciudad. Para mí es un suplicio.
No te lleves los tapones de cera, que ese otro bullicio del mar es música celestial para los oídos.

Un abrazo

mangeles dijo...

BUEN VIAJE COMPAÑERO...y besos para el camino

Ana dijo...

El mar imaginario lleva la misma línea del horizonte que el mar auténtico. Disfrute del canto de las sirenas.

Unknown dijo...

Anton, no se que ha sucedido con un trasnochado comentario que le dejé, ha visto, me parece que las sirenas empezaron a hacer travesuras. ya le dije yo que se cuidara de ellas.
Besos y que tenga buen fin de semana

Logan y Lory dijo...

Siempre he dicho que nunca podría vivir lejos de mi mar, por muchas razones, la inmensidad de su horizonte, el olor a humedad marina y el relax que produce estar cerca de una orilla con el murmullo o el rugir de las olas sobre un acantilado. Es parte de mi vida.

Su estancia al lado del mar, le dejarán como nuevo y listo para afrontar de nuevo ese acoso de decibelios que nos impone la gran urbe.

Saludos.

Sirena Varada dijo...

¿Y se puede saber qué le han hecho a usted las sirenas? ¿Será por el recuerdo de aquella película en la que Kirk Douglas escuchaba los cantos de las sirenas que lo volvían loco?

Tampoco creo que necesite tapones, que los cantos de mis congéneres, contrariamente a lo que se diga, son inofensivos y hasta traen suerte. Lo peligroso de las sirenas - lo sé de buena tinta- son los silencios (que también lo sabe Kafka), y las risas (que también lo sabe hasta un turista en los mares del Japón)

Una ola de... mucha suerte

alkerme dijo...

Queridísimo Antón, cuánta razón, utilizo tapones para "olvidarme" de mis "vecinitas" del "ático" como yo las llamo...
Sí, cuánto más ruido seamos capaces de hacer posiblemente más y mejor nos van a ver, en realidad parece ser que necesitamos ser vistos, no oídos...

Unos besos y disfruta del suave azul...

Arcángel Mirón dijo...

En el paraíso debe haber mar. Por lógica.

cristal00k dijo...

Pues yo le confieso Sr. Abad, que a una que en tiene en su horizonte el gran charco con sólo levantar la vista al frente, a veces, le vienen tentaciones de huir hacia el bullicio y el neón puro y duro.
Será quizás por proximidad con la urbe y porque que siempre echamos en falta lo que no tenemos...
¿Es grave Sr. Abad?
En todo caso, no podría vivir sin mi horizonte marino, en ningún caso.
Le deseo que las olas de Noviembre le acojan como se merece.

Unknown dijo...

lo mejor de mi ciudad: el mar
su olor salobre de llanto contenido y golondrinas

siempre el mar
el hermoso mar

beso

Conciencia Personal dijo...

Amigo: le pido no olvidarse del mar mexicano....

Besos marinos, monique.

ybris dijo...

Hay sirenas y sirenas: las dos necesitan de tapones.
Unas por lo que molestan, otras por lo que atraen.
Insoportable caos ruidoso esta ciudad nuestra. Tráete un poco de silencio desde la orilla del mar, porfa.

Un abrazo.

Prado dijo...

la teleología de este ruido es buscar en los ecos reverberantes, la prueba fehaciente de nuestra existencia como seres erigidos en dos piernas.
Sálvese de todos y váyase al mar.

Salúdole.

Trenzas dijo...

Duda existencial: ¿Este J.A. González Iglesias, es el mismo de "Vayamos hacia el norte aunque sea dando la vuelta por el sur"?

De acuerdo completamente, porque el hecho de que esta ciudad en que vivo sea una miniatura comparada con Madris, los decibelios deben ser los mismos. Da igual la hora a la que intentes dormir; siempre habrá quien te despierte.

En cuanto al post de abajo, me ha llegado al alma. Gracias.

Un abrazo enorme, amigo.

Gatot_X dijo...

los murmullos de levante se elevan sinuosos hacia un norte incierto; tal vez por eso no lleguen a la villa y corte; sin embargo, créame si le digo que cuanto más avanzan las buscas del reloj, menos aprecio el mundanal ruido y más me acerco al sueño vívido de Beethoven: tocar de oido aun careciendo del sentido.

Con un poco de suerte, en pocos meses me ofrecen laburo en la ONCE!

(tal vez sea cuestión de dejarse los tapones permanentemente!!!!)

besos y lametones!

tequila dijo...

buenas:
se imagina su Madrid sin ruidos?, no le daría un poco de miedo?
en una ciudad tan grande tiene que haber mucho egoista, los hay por aquí y no somos Capital...

Espero que haya o esté disfrutando del mar...

Margot dijo...

Señor Abad, está de escapada?

El ruido de mi ciudad, la suya, es insufrible... pero mucho más triste es descubrir hasta que grado nos hemos habituado a él.

Quiero mar!!! (en Diciembre me escaparé yo, ays qué ganitas!)

Beso susurrado!

Miss.Burton dijo...

Soy isleña, y mi tierra me tira siempre. Llegué a Madrid por culpa de unos papás muy trabajadores, y nunca supe vivir sin el mar de fondo, y sin el marco incomparable de su belleza, los paseos en invierno por sus playas desnudas de gente, y la alegría del verano, y los pies en el agua.
Se lo que es el mar. Se lo que causa el mar. Se lo que se llega a extrañar, y como uno se hace convencer a si mismo de que está ahí siempre, de que uno puede volver a el cuando le apetezca, pero... tiene que vivir lejos de el.
No lo se... Madrid me encanta, los ruidos son infernales, pero desarrollamos capacidades varias para no escucharlos, los tapones son válidos, pero hay otras maneras, y otras evasiones, ud sabe...
Y nada, que me voy del tema.
Sólo quería desearle un precioso reencuentro con el mar, que se inyecte el ruido mágico de las olas, y del aire salado, y que vuelva depurado, y mas salado si cabe.
Un beso fuerte, buen viaje, compañero, amigo.

JUANAN URKIJO dijo...

Así son las ciudades como la tuya, hadas y putas, Abad. Lo que por un lado te regalan, por otro te sisan.
En fin, sabes que no existe el lugar perfecto, más allá de ese ámbito conventual que tú mismo creas para tu solaz y en el que vives solo frente a un espejo. Mírate en él, ahora que puedes; sonríete en el, ahora que ves y escuchas el mar.

Un abrazo, cartujo.