
Lúzbel ha vendido el campamento a una promotora inmobiliaria, dice no sé qué de unos brotes verdes; el comandante Cucho se conchabó con un pastor por la comida (y Lulú, la cabra mansita). Esto no da para más, así que cogí la planta alucinógena que me regaló Leopoldo Vilches y me alisté en el “Izabella”, un galeón pirata con base en Isla Plana. Guadalupe Cienfuegos fue a puerto a despedirme con unas pancartas y muchos mocos; con suerte tendré ocasión de ver a mi amiga la Sirena en este destino.
Es curioso que este blog que empezó en la meseta, acabe hoy en el Mare Nostrum.
Ha sido para mí un privilegio recibiros, tanto en mi cueva en la corte, como en el campamento de Edén.
A saber dónde me llevarán los vientos, pero allí donde esté, pensaré en vosotros, los que me habéis demostrado un paciente afecto. Prometo escribir.