viernes, 12 de febrero de 2010

Lupita y el ángel


Un perro blanco orina largamente contra una higuera; aún no ha amanecido. Lupita junta caracoles junto al camino de la mina; sus pies descalzos brillan al contacto con el rocío sobre la hierba; observa al animal que lleva mucho tiempo en posición de ataque al tronco rugoso. Se desentiende de su búsqueda porque nunca ha visto nada semejante; como una mesa de patas desvencijadas con surtidor incorporado, el can mantiene un chorro animoso y constante que a veces se bifurca. Bajo esta higuera es donde dicen que los hombres del coronel Cifuentes capturaron a un ángel durante la guerra; nadie lo vio, pero todos lo dieron siempre por cierto. La soldadesca suele afianzar sus hazañas en el temor de los aldeanos, y su brutalidad conocida da un crédito incuestionable a lo narrado. Había quien aventuraba incluso una descripción del inmaculado: acordaban en que era flaco y tenía un aire mayestático y distante; pero discrepaban sobre si hablaba, o no.
Un gran escobón ha desparramado nubes rosas en el cielo gris azulado; va a llover hoy, y no importa que la cesta de caracoles esté casi vacía, mañana habrá para varios días.
–¡Allí, en la higuera!– grita alguien a espaldas de Lupita; esta se gira, pero no ve a nadie, y un viento repentino le mueve la negra cabellera. Un leve temor le hace recoger la cesta para marcharse; al pasar junto a la higuera no hay rastro del animal ni sus actividades... bueno, quizás esa pluma grande y blanca que recoge como quien cree que el misterio, puede cruzarse aún, con quien va descalzo.

12 comentarios:

ybris dijo...

Oye, qué bien has bordado el relato.
Hay leyendas siempre destinadas a afianzar el temor del humilde ante el elato O la ignorancia de unos frente a los privilegios de otros o la sumisión de muchos al abuso de pocos.
En el pequeño pueblo alcarreño de mi madre nunca en su día se creyeron que el hombre había llegado a la luna ("está mu' lejos ¿ves?") pero era indiscutible que un día cayó la punta de una estrella a las puertas de ca' la tiá Paula.
Siempre hay plumas que avalen la versión de quien versiona.

Me ha encantado tu entrada, anacoreta.
Séante cada vez más propicios los eventos venideros.

Un abrazo.

mangeles dijo...

Es precioso...precioso escrito, amigo.

Un besazo...

Y el pliñññ¡¡¡ que me ha cedido generoso el amigo Ybris, y otro beso para él.

iliamehoy dijo...

Palabras limpias, diáfanas, para mostrar la densidad de una fracción de segundo; imágenes cotidianas mezcladas con ancestrales temores, soterrados por esa enorme escoba de vientos que remueve tierra y cielo.
Una sonrisa

tequila dijo...

No sé las veces que lo he leído; hace que los ojos brillen...

la jardinera dijo...

En mi pueblo ya no se ven gitanos recogiendo caracoles. Eso da poca pasta y jode el lumbago. Hoy en día hay otros negocios que les dan más dinero...

Que te mando un beso de los gordos-gordos-gordos,

Anónimo dijo...

Cuatro veces, cuatro, lo he leído. Y cada una de ellas me ha gustado más que la anterior.
Vuelvo al mundo y a leerle. Y siempre es un placer.
Mis respetos, anacoreta.

Anónimo dijo...

Sr. Abad, he intentado hacer un comentario en el blog de Luzbel y solo admite a los miembros del equipo ¿usted sabe -creo que le conoce- qué hay que hacer para ser del equipo del diablo? ¿Cree que me admitiría. Soy una santa y creo que eso no me favorece pero usted sabe que ha de haber de todo en la viña del señor. Gracias.

Verdial dijo...

Seguramente fue verdad que los hombres del coronel Cifuentes capturaran a un ángel y teal vez haya salido al encuentro de Lupita...
Es un texto maravillosamente escrito. Me he metido en él desde las primeras lineas, junto a Lupita, tal es la maestría que has tenido en tus letras.

Un abrazo

Lúzbel Guerrero dijo...

¡Oiga SANTÓN!, ¿no habrá visto Ud. a mi primo?
Es flaco, tiene alas y se llama:

Lúzbel Guerrero dijo...

¡PLÍÑ!
Sí ees un nombre raro, pero mi familia es asín...

nacho dijo...

No sé por qué, pero me acabo de quitar los zapatos.

Salud.

Gárgola dijo...

Le confieso Abad, que hace mucho que paso por aqui y no dejo ni recados, mucho menos un poco de arroz o azúcar como solía hacerlo... ¿Me estaré haciendo rácana? Vaya, espero que no. Pero como usted, me hice mucho menos pródiga en mis viajes por la red.
Hace un tiempo me preguntaba qué puede haber de poético en un perro que orina en una Figuera. Después de leerle una y otra vez, casi incrédula he tenido que reconocer que es una de las imágenes más bonitas a las que una servidora ha tenido el privilegio de visualizar en mucho tiempo. Para seguir con mi confesión, debo incluso decirle que le había comentado a Lúzbel, que le soplara para que buscara algo menos 'prosaico'. Pero menos mal que usted no le hizo caso a la gárgola.
Una pequeña joya Abad, de estas que con su permiso, llevaré grabada en el pergamino del corazón.

Gracias por escucharme y agenciar el 'perdón' por mi ignorancia.

Hoy le dejo mi afecto, que aunque no sirva para llenar la barriga, al menos (eso espero) pueda mitigar un poco el frío.